La Eucaristía fue presidida por Monseñor Julio Larrondo, obispo de la Prelatura de Illapel, acompañado por el párroco de Quilimarí y los sacerdotes Marcelo y Mauricio Valdivia. En un clima de oración, unidad y esperanza, los fieles manifestaron su amor a la Virgen y su compromiso con el cuidado de este espacio sagrado.
"Hoy hemos venido a sanar, a reparar con amor lo que fue herido con violencia. Esta ermita es casa de todos, y aquí vive el consuelo de la Madre", expresó Monseñor Julio durante la homilía.
A pesar del dolor por lo ocurrido, los asistentes compartieron su alegría por volver a reunirse junto a María, confiando en que el bien siempre vence. La fe se hizo más fuerte y el corazón de la comunidad latió al ritmo de una misma esperanza: volver siempre a la Virgen, que nunca nos abandona.